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El reequilibrado del territorio

La pandemia ha impactado de lleno en los modelos productivos y sociales actuales alterando la actividad laboral y forzando a hallar alternativas, muy especialmente en el sector terciario. Es evidente también que la situación ha acelerado cambios y va a replantear muchos de los esquemas organizativos y logísticos vigentes hasta el momento, como por ejemplo el teletrabajo a distancia, la relocalización empresarial, la nueva concepción del turismo, etc.

El cambio de mentalidad, la primera de las respuestas

De alguna manera deberemos aprender a vivir en una nueva realidad basada más en la reflexión que en la inmediatez, en la utilización de únicamente los recursos necesarios de nuestra proximidad antes que en una globalización desbocada y en la adquisición de bienes de manera más racional y austera antes que ignorando las consecuencias colaterales de un permanente consumo low-cost.

De manera que quizás el cambio de paradigma se produzca cuando entendamos que nuestra respuesta debe ser inicialmente de carácter filosófico para posteriormente apoyarse fundamentalmente en dos grandes ejes: la sostenibilidad y la tecnología. En esa ocasión, además, el orden de los factores será fundamental.

Equilibrar el territorio

Si analizamos la influencia que ejerce en los tejidos urbanos la disposición, concentración y el tamaño de los lugares de trabajo entenderemos buena parte de la jerarquía funcional existente en las grandes urbes. Los desplazamientos hacia el lugar de trabajo son uno de los factores con mayor impacto en la congestión y contaminación de las ciudades, y determinan en buena medida la elección de la ubicación residencial.

La descentralización podría ser una solución más eficiente y con múltiples beneficios, tanto de la producción energética, pasando por los servicios hasta las ubicaciones residenciales, y uno de los motores de esa redistribución territorial será la relocalización de los centros de trabajo. En este sentido cuanto más equilibrada sea la disposición urbana en un territorio, más eficiente será: así una malla territorial de más urbes pero más pequeñas sería más eficiente y sostenible que unas pocas y gigantescas metrópolis (modelo actual).

Por otro lado, el reequilibrio de los nodos urbanos y su extensión proporcionada a lo largo del territorio abordarían de lleno el problema de los llamados “territorios deshabitados”, evitando tanto el abandono de las pequeñas poblaciones como el actual aumento de la densificación de las grandes ciudades, rompiendo así el actual crecimiento exponencial y globalizado de las mismas.

Como hemos podido comprobar recientemente, en muchos casos acudir al centro de trabajo no es ni imprescindible ni siempre necesario, algo que puede ayudar a acercarnos más a un paradigma como el anteriormente descrito. De manera que si no es necesario acudir siempre al lugar de trabajo quizás no sea tampoco tan necesario vivir cerca del mismo ni éste debe encontrarse necesariamente en el centro de la ciudad.

Sin duda el replanteamiento de la asistencia presencial e intermitente en el lugar de trabajo y su combinación con el teletrabajo doméstico, será uno de los motores de la inminente transformación de las escalas urbanas y de una redistribución territorial más equitativa.

Por otra parte, la predominante tendencia arquitectónica actual hacia edificios concebidos como cajas herméticas deba también ser modificada y permitir que el entorno laboral se produzca prácticamente al aire libre y en un entorno natural. En este sentido, son muchos los habitantes del planeta que gozan de un clima templado como el nuestro que permitiría una relación laboral directa con el exterior sin la obligación de tener que encerrar ni climatizar permanentemente a sus trabajadores.

La ventilación natural permanente ayudaría a evitar una paralización drástica de la actividad productiva y de la economía en caso de nuevas pandemias. Así, la relación directa de la edificación con el exterior no es un concepto nuevo y, si repasamos la historia, encontramos numerosos ejemplos en todo tipo de construcciones mediterráneas, un ejemplo de ello fue la antigua arquitectura griega y romana.

La resiliencia arquitectónica

Otro de los factores que hemos podido comprobar durante este periodo ha sido la importancia de la flexibilidad espacial en los equipamientos, muy especialmente en la arquitectura sanitaria, donde las instalaciones se han visto desbordadas teniendo que redimensionar su capacidad en edificios anexos no previstos para ese fin.

En ese sentido, debería replantearse una arquitectura sanitaria de dimensiones adecuadas, correctamente ventilada e higienizada y con la capacidad de crecer en función de las necesidades. Así, hemos aprendido que un hospital debería ser algo más parecido a un gran pabellón diáfano capaz de reconfigurarse y adaptarse para dar respuesta a una demanda exponencial de usuarios sin llegar a colapsar.

Ese modelo arquitectónico, por otra parte, hace tiempo que se está usando en el ámbito de la cooperación internacional. Sin embargo, resulta imposible que pueda implementarse sin antes realizar una descongestión de las ciudades y aliviar el uso especulativo del m2 urbano.

La oficina híbrida y flexible

Sin duda el concepto que hasta el momento hemos usado para definir la “oficina” como centro fundamental de nuestro trabajo sufrirá una transformación radical, o por lo menos un redimensionado importante.

Se plantea aquí una nueva oficina como un pabellón diáfano y abierto al aire libre en todas sus fachadas, en que una gran cubierta protege a sus usuarios de la radiación solar. Los porches móviles de esa cubierta son los que permiten cerrar el espacio de trabajo cuando la situación meteorológica lo requiera o cuando el edificio esté desocupado.

El uso de esta oficina se compaginaría con el teletrabajo de sus usuarios y se entiende el edificio como un espacio relacional del equipo y un punto de encuentro intermitente a lo largo de la semana.

Cada usuario dispondrá de su espacio de trabajo y de su ámbito de servicio personal e intransferible, espacio para calentado de comida y baño, como si de su hogar se tratara.

De esta manera, el lugar de trabajo se convierte en un espacio relacional híbrido que se complementa con el trabajo desde casa y que permite su uso de forma segura incluso en una situación pandémica.

El edificio será energéticamente autosuficiente, alimentado por energía solar fotovoltaica que se almacena cuando no se está consumiendo para así ser posteriormente utilizada. Se ubica un sistema de calefacción por radiación en el techo que se combina con la malla de iluminación para los días más fríos.

Por otra parte, un depósito de aguas pluviales ubicado bajo el edificio recoge y almacena el agua de la lluvia de la cubierta para posteriormente reutilizarla como agua grises en los servicios.

Los materiales que lo conforman serán naturales, autóctonos y su producción de bajas emisiones de carbono, utilizando principalmente la madera y la piedra natural.

Colaboración en las imágenes: Eric Mut